miércoles, 28 de noviembre de 2007

El día que nos atacó un pingüino

Primero, unas risas ante el torpe caminar; después el sonido de un cuchillo al entrar y salir de una sandía, y gritos. Muchos y nerviosos gritos. Pero no en suficiente cantidad como para detener la reunión ni lo suficiente nerviosos como para preguntar qué pasa.

En el interior de la sala de reuniones el frío rumor del aire acondicionado había capitulado ante el monótono chorro de palabras más vacías que quien las pronunciaba. De alguna inexplicable manera el gris vibrar de sus cuerdas vocales le provocaba cierto tipo de estimulación sexual, de lo contrario se hubiese callado hacía tiempo. Ñiñiñí, ñiñiñí, ñiñiñí, ñiñiñí, ñiñiñí. Afuera, se oía un leve chapoteo, pasos nerviosos hacia el lugar desde antes se oían los gritos. Y otro vez, el rápido sonido del entrar y salir de un cuchillo en una sandía.

- Creo que pasa algo fuera…

- Ñiñiñí, ñiñiñí, ñiñiñí, ñiñiñí, ñiñiñí.

- …pues yo me piro.

Una idea cruzó mi mente: una cuenta, un id de cliente, un producto, unas promociones mal aplicadas. Un expediente. Al fin y al cabo, un expediente igual de cojonero que una mosca con un cliente enfadado. Un cliente enfadado que, amenazante, invocaba a sus amigos hackers -“usan Linux”- para realizar su venganza.

Y, efectivamente, allí estaba el pingüino de Linux, ejecutando su venganza. Uno por uno; todo a la mierda. Sistema tras sistema, cayéndose. Idiota tras idiota, cada vez más preocupado. Y mi sonrisa boba, cada vez más amplia.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Parece que ha habido problemas en el curro con el sistema informático.
Yo hoy me he despertado justo a la hora que se supone tengo que entrar en la oficina.
Si yo fuera rico, dubidubidubidú dubidubidubidú

Metalsaurio dijo...

No, pero lo estoy deseando :)

...le debes horas a la empresa...y al mundo...