miércoles, 29 de junio de 2011

Domingo de Patrón (Santa Compaña)

En mi casa reíamos poco porque quien guarda siempre tiene y no queríamos dejar de reír. También celebrábamos poco y cuando lo hacíamos era en familia, aprovechando las fiestas del pueblo.

A la mesa, entre risa y vino, carcajada y licor, las palabras de unos se entrelazaban con las de otros al amparo de una cada vez más densa nube de tabaco. Bajo el paraguas de nicotina, cuando los ánimos se templaban, comenzaban a aflorar cuentos no siempre alegres que traían al presente historias que algunas caras azucaradas por el postre parecían haber olvidado. Como la de ese hermano de mi abuelo que allá por el 36, asustado, confesó al cura su miedo y su filiación política y acabó de madrugada en el paredón…y tres días después una bandada de cuervos tapó el sol y, entrando en misa de doce, atacó y devoró al cura; o esa otra, también de cuando la guerra, de un vecino que buscando a su hermano entre los muertos de las trincheras conquistadas, lo encontró vivo, cubierto de pelo y aullando a la luna.

Mi abuela, al igual que otros comensales también tenía su historia acerca de la Santa Compaña, pero a diferencia del resto, iba a más allá del tétrico malentendido durante un paseo nocturno en el que el caminante era “atrapado” por la mano de un muerto…que resultaba ser la rama de un arbusto. Contaba mi abuela que siendo todavía joven, antes de ser abuela, regresaba de noche a casa acompañada de Mouro, su perro, y, a medio camino, en un cruce, se vio sorprendida por la Santa Compaña. El difunto que encabezaba la procesión le ofreció una vela pero ella no la tomó y se subió a un cruceiro de piedra. El que sí se unió a la procesión, al menos por unos minutos, fue el perro. Y cuando volvió, todo el mundo pasó a tenerle miedo porque cuando se tumbaba delante de una casa, alguien en ella moría.

Hasta esta noche creía estar a salvo en la ciudad, pero hace unos minutos un cuervo se posó en el alfeizar y al ahuyentarlo he mirado hacia abajo. Una procesión de negros encapuchados y con velas avanzaba con paso lento por el medio de la calle.

Y alguien que no es el pizzero está llamando a mi puerta.


Curiosidades:

Las historias relatadas más arriba poco tienen que ver con la forma en que las contaban, si bien algunas sí que las contaban (distintas):
  • Los cuervos cubriendo el sol.
  • Mi abuelo, tras una batalla de la guerra civil, buscando el cuerpo de su hermano, del otro bando, entre los muertos. No lo encontró.
  • Historias de perros que se sentaban ante la casa de quien iba a morir.
  • Historias de perros que al morir sus amos se quedaron ante su tumba hasta morir ellos también.
  • Y (esta no tiene nada con lo contado arriba, pero no me resistirlo a omitirlo) el dolor de muelas que se le pasó a mi abuela cuando de camino al dentista, comenzó un bombardeo.
  • Y (otra sin relación) mi otro abuelo que siendo panadero de la marina sobrevivió a unas bombas que se colaron por la chimenea del barco y dejaron varios muertos y heridos…y a él manchado de sangre.

Otra curiosidad, ésta respecto a la canción que acompaña el relato. Se llama Santa Compaña y es de un directo de Mägo de Oz de su disco A Costa da Rock. En un principio iba a ser grabado en la fiesta de A Fraga, en As Pontes de García Rodríguez, pero finalmente fue grabado en Cedeira el 19 de Agosto de 2002 durante las fiestas del pueblo y yo estoy entre el público. Recuerdo que antes de marchar hacia Cedeira mi abuela me contaba que “un mago iba a actuar en Cedeira”.

martes, 21 de junio de 2011

Tommy Douglas - Mouseland

¡Tachán, tachán! 

Mientras espero a que ganas y tiempo se pongan de acuerdo para sentarme frente al ordenador a escribir los relatos que me rondan la cabeza (espero dedicarle unas horillas esta noche) dejo una breve entrada sobre un vídeo que me pasaron ayer.

Se trata de un ameno y simpático discurso del, para mí desconocido (hasta ayer),  político candiense y abuelo de Kiefer SutherlandTommy Douglas (1904 - 1986) en el que describe el funcionamiento del juego de trileros también llamado sistema político.

Espero que os guste.

lunes, 13 de junio de 2011

Reconstrucción Temporal

Sentado sobre una peña a la vera del río, un hombre sabio, de esos que se manejan en la vida con una o dos certezas conscientes de que las verdades mutan cual tortuga de Kevin Laird, se mareó y cayó al agua. Cuando lo rescaté, más sorprendido que moribundo, me confesó una de ellas casi sin quererlo: “Gracias, chico, a punto he estado de la verdad final”.

Casualmente, la otra verdad que me reveló, ya como gratificación, era el tema central de mis estudios en la Universidad de Wacken: la Reconstrucción Temporal. En sus palabras, claro, no sonaba tan rimbombante. Sonaba a sentido común: “Has de saber que, para bien o para no tan bien -¿quién soy yo para juzgarlo?-, el pasado no vuelve. Nunca”

No sin antes advertirle que, en su caso, de repetirse, esperaba estar allí para salvarlo de nuevo, me despedí de él y mientras retomaba mi camino pensaba en lo que más dificultad entrañaba a la hora de hacer una reconstrucción temporal: un catalizador. Había pasado años en perseguir y provocar déjà vus y, ahora, sólo necesitaba un catalizador adecuado para pasar de reconstruir escenas a reconstruir realidades.

Necesitaba, de repente lo vi claro, un escritor. Uno capaz de narrar una y otra vez que sentado sobre una peña a la vera del río, un hombre sabio, de esos que se manejan en la vida con una o dos certezas conscientes de que las verdades mutan cual tortuga de Kevin Laird, se mareó y cayó al agua. Cuando lo rescaté, más sorprendido que moribundo, me confesó una de ellas casi sin quererlo: “Gracias, chico, a punto he estado de la verdad final”…