martes, 18 de diciembre de 2012

Dragones: Borboloi (2 de 5)



Bartulia, pueblo marinero a las orillas del Mar Dorado, observa con suspicacia las aguas, especialmente las de su puerto y las del vecino río Onk. Cierto es que la historia de Bartulia se remonta miles de años atrás, cuando los primeros habitantes siguiendo el curso del río se establecieron en la costa, y también es cierto que desde los primeros asentamientos viven de lo que mar les da, sin embargo, pocos pueblos marineros sienten tanto miedo y admiración hacia sus aguas vecinas.



En los muelles de Bartulia todo son barcos de grandes dimensiones, y cada uno de ellos sin excepción, porta como mascarón de proa la talla en madera de un dragón de fauces dentudas, sonriente a su manera, y siempre amenazador. Cuando un foráneo pregunta porqué no hay botes en el puerto, le responden “en  Bartulia los construimos así” y cuando el foráneo repite la pregunta a un trabajador del astillero, éste calla, pero con la mirada señala a una réplica de Borboloi, el dragón de proa. Normalmente, recelosos del dragón, ante más preguntas lo arrojan al agua y de allí, sepa o no nadar, nunca vuelve: las aguas del Mar Dorado, a menudo tranquilas, se alborotan y se vuelven densas, tan densas que el preguntón grita y pide ayuda porque no puede nadar, tan densas que se solidifican y se vuelven dragón. Dragón traslúcido y acuoso, pero tan sólido y tan dragón como le corresponde a uno de los cinco dragones primigenios, Creadores y Amos del Todo: Borboloi I, Primer Dragón de Agua, Padre de Dragones.




“¿Te atreverías tú, extranjero, a echar tu bote al agua y pescar en sus aguas?”

En Bartulia pescan más allá del Mar Dorado. Ante sus mascarones se rinden bancos de peces y manadas de ballenas, y por ello todo pueblo costero los envidia en silencio porque saben que una mala mirada al mascarón de Borboloi o a la bandera de Bartulia atraerá al dragón hasta el agua más próxima, y con él les llegará una muerte acuosa y traslúcida, pero terrible.





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