La luz abrió los ojos y los fijó
en los del dinosaurio. No sólo era luz, quedaba claro; era una materia sólida,
bastante viva y sin gafas, que de un impulso comenzó a ascender arrollando al
desinflado Metalsaurio, casi disparándolo hacia las paredes de la fosa.
Una zarpa lo atrapó y, sin
fuerzas, se dejó ir. Los ojos del dinosaurio, entreabiertos, apenas percibían
el inmenso haz de luz que lo subía a gran velocidad. Arriba, lejos, los cucudrulos
que todavía no habían salido del agua parecían haberse detenido y observaban cómo
se aproximaba la luz con el Metalsaurio colgando a un lado. En menos de un
segundo la luz llegaría hasta ellos y los haría saltar a tierra como si fuesen
palomitas en un microondas. Lo sabían, sí, pero la curiosidad era más fuerte que
el peligro percibido.
Y la luz salió del agua, rápida y
con fuerza. Salpicándolo todo, escupiendo a un aturdido Metalsaurio que se
sentía casi como una flema recién esputada que sube y sube. Las ramas, sin
embargo, obstaculizaban el paso, chocaban contra su jeta y su cuerpo;
desprendían chispas al contacto con la luz y parecían ser la causa de la
musiquilla épica y orquestada que sonaba, al menos, en la cabeza del saurio.
El dinosaurio se mareaba,
vomitaba y se iba recuperando, cada vez más consciente de a quién pertenecía la
garra que lo sujetaba del brazo y lo hacía volar. Miró hacia lo alto, y aún con
babas en la boca, gritó:
-¿Tú?
Y más grande que nunca, el dragón
luminoso que fuma en pipa y es feliz, volvió su cabeza ligeramente y lo miró de
reojo, mientras continuaba su vuelo hacia la noche.
-¡Eh!
Lo lanzó al aire, pequeñito él en
la inmensidad del cielo. Lo lanzó muy alto, más allá de las nubes envuelto en
chispas musicales y en una pequeña humareda. El dragón se volvió a poner a la
altura del Metalsaurio mientras éste daba vueltas sobre sí mismo. Y habló:
-Bucea cuanto quieras buscando lo
que busques, que por cerca que estés, sólo lo verás con la perspectiva
adecuada.
Entonces, el dinosaurio, aún
flotando en el aire, echó un vistazo a su alrededor y vio las tierras de los
humanos, las de la fantasía y en el medio, el jardín cucudrúlico, más luminoso
y musical que nunca.
-A por ellos, fiera.