lunes, 27 de marzo de 2017

La consulta

Tenía la consulta en un tercero sin ascensor, pero no era impedimento para tener una clientela abundante. Sobre todo de ancianos. Especialmente mayor era la que ahora subía. Iba acompañada de una chica, posiblemente su nieta. A cada pocos escalones que avanzaba hacían una pausa y descansaban.

Sólo faltaban un par de escalones cuando la puerta de la consulta se abrió y un hombre, entrado ya en años, asomó para dar la bienvenida. Adelante señoras, les dijo.

La señora caminaba ligeramente encorvada, vestía de negro y el gesto de su cara era inocente, picarón. Se llamaba Elena, y sus rasgos mostraban que había sido guapa. La chica todavía lo era. Fue la joven, Casandra era su nombre,  quien explicó que su abuela era la paciente.

Se sentaron. El hombre tenía el pelo mal recogido en una coleta y varios mechones flotaban ante su rostro cuando se movía atento a las explicaciones de Casandra. Llevaba un pijama de trabajo, de médico, lleno de manchas de pintura en el pecho y con salpicones por las piernas. Parecía un lienzo andante.

Mi abuela, dijo Casandra, está senil. Los pocos recuerdos que tiene son de hace muchos años. Y los entremezcla con el día a día. Es agotador para quienes la cuidamos y también para ella. Necesitamos fijar sus recuerdos. Y si además puede mejorarlos, sería ideal.

Pablo, que así se llamaba el hombre, se incorporó y tomó de la mano a Elena. Vamos, por favor. Acompáñeme a la sala.

Cerró la puerta.

Casandra se quedó afuera, esperando. Al otro lado se oían brochazos. Bajo la puerta, haces de luz iban y venían mientras el pintor de recuerdos obraba su milagro.

Al cabo de dos horas la puerta se abrió y Elena y Pablo aparecieron de la mano caminando despacito. Elena parecía encantada, deseosa de contarle a la nieta tantas historias como esta pudiera aguantar. ¡No te vas a creer de lo que me he acordado ahí adentro!

Elena le contó a su nieta la historia de la guerra de Troya. Cómo había conocido a Paris, al caballo de madera de Ulises, a Menelao, a los héroes griegos…y todo eso antes de venirse a vivir aquí, tan lejos de Grecia pero tan feliz. Orgullosa de ser la abuela de una chica tan guapa.

Pablo le guiñó un ojo a Casandra. Satisfecha la nieta, recogió a su abuela de la mano del pintor de sueños y juntas abandonaron la consulta, parloteando sobre historias preciosas, algunas soñadas y otras reales, pero más vívidas que nunca.



2 comentarios:

Ángeles dijo...

El pintor de recuerdos, ¡qué bonito!

Y que bonito que la acompañante de Elena se llame Casandra.

Es verdad, muchas veces da igual que las historias sean verdaderas o soñadas. Lo que importa es que lo que transmiten es muy real.

Metalsaurio dijo...

Muchas gracias, Ángeles.

Casandra fue la primera familiar femenina que se me ocurrió para Elena...de Troya, claro :)

Estoy de acuerdo, real o no, a veces es dificil distinguir si la huella que deja es profunda.

Un saludo.