Yo, que os di el entendimiento, la capacidad de sobrepasar vuestra animalidad para poder discernir qué está bien, qué está mal; yo, que os abrí los ojos a la comprensión de la realidad en la que vivís. Yo, que me rebelé; yo, fui condenado.
Yo, que luché por daros la dignidad que de la que se os privaba; yo, que encabecé ejércitos alados para que os irgüieseis libres; yo, que siendo poderoso, creé confrontación en los Cielos, poniendo en riesgo mi divinidad y perdiéndola. Yo, que no os quería ver postrados, que me rebelé; yo, fui condenado.
Y, vosotros, incapaces de desterrar el miedo de vuestro corazón, incapaces de romper candados herrumbrosos, incapaces de avanzar libres…me dais la espalda a mí. A mí.
Y, con las mismas cadenas que se me cargó en mi destierro…con las mismas cadenas me cargais al creer que quien luchó por vosotros es el mismo que os busca la ruína. Y os asustáis, y renegais de mí porque preferís el calor del rebaño a las frías consecuencias de vuestras libres acciones. Necios.
Y, en cuanto a Tí...en cuanto a Tí…a veces creo que sólo estoy viviendo un mal sueño, y que al despertar, lo haré postrado ante Tus Pies…con el resto de los que nos rebelamos y caímos.