miércoles, 27 de febrero de 2013

¡Al asalto!



Durante estas semanas de silencio bloguero la actividad literaria ha continuado. Entre bastidores, Metalsaurio machacaba letras en su yunque, moldeando hierro candente para formar palabras e historias y tomar por asalto algún concurso literario. En total suman 15 páginas, por lo que se convierte en la historia más larga que he escrito hasta ahora (sin contar los 10 capítulos de Far West Armaggeddon).

Ganar o no, es una decisión que está en otras manos. Pero sea cual sea el resultado, me siento orgulloso de verme capaz de escribir un relato bastante más largo de lo que acostumbro. Además, le he cogido gustillo, ¡jeje!

Seguiremos informando.


sábado, 16 de febrero de 2013

Estaciones de bus



Sucedió el mes pasado en una estación de buses:

Yo había puesto mi maleta sobre un banco para abrirla más cómodamente y así poder coger el libro que esos días ocupaba mis lecturas. El libro es de Xavier Queipo,  se llama Extramunde y con él ganó el Premio Xerais de Novela de 2011. En su portada, al menos en la edición que tengo, aparece un “montaje fotográfico” de unos mástiles. Al cerrar la maleta se me acercó un chico de unos veinticinco años, con la capucha puesta y voz dura y educada:

-Disculpe, ¿qué libro está leyendo?

-Se llama Extramunde.

-Extramunde…¿y eso qué significa?

-Es uno de los personajes. No sale mucho.

-No sale mucho…vaya…y eso de la portada ¿qué es?

-Pues…una especie de cruz…hecha con mástiles…

-¿Es un octógono, no?

-No me había fijado.

-Sí, mire: uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete y ocho. Un octógono.

-Pues sí. Hecho con mástiles.

-Sí, un montaje fotográfico.

-Bueno (ya impaciente, yéndome), si te gustan los libros de aventuras, te lo recomiendo.

-No me gustan los libros. Sólo las revistas de motos.

Y se fue.

Fue todo tan extraño, que revisé mis cosas por si me había robado algo. Pero no. Conservaba mis cosas.


martes, 5 de febrero de 2013

Out




Isaac Pietrov murió joven y sin que “Paulatina armonía” fuese puesta en escena. De hecho, hay quien cree que la enfermedad que lo empujó a la tumba tenía su origen en la honda pena que invadió al autor al comprobar que su obra era tan compleja y ambiciosa que ninguna compañía de teatro contaba con los arrestos necesarios para representarla.

En la última entrevista que se le conoce declaraba que “Una obra de teatro sólo vive y respira a bocanadas cuando la representan; de lo contrario, sus palabras no son más que señales oxidadas en una carretera sin transitar. Teatro es letra hecha carne, y sin carne es literatura muerta a la espera de la chispa vital. Letras zombies, palabras moribundas buscando un escenario.” La foto que acompañaba a sus palabras presentaba a un Isaac Pietrov de innegable tristeza en la mirada y con una sonrisa que parecía llegar de lejos, quizá recordando el haber sorprendido cual mago y apabullado cual titán con sus obras al mundo literario.

¿Por qué tan compleja? ¿Acaso era una obra imposible? Demasiados personajes orbitando entorno al personaje central, Julia, demasiados monólogos respaldados de coros y  compartiendo simultáneamente el escenario…y una trama, en apariencia sencilla cuando se lee en la contraportada del libro –La historia de una joven y ambiciosa artista que se abre paso en un mundo lleno de prejuicios y expectativas forzadas- pero con un desarrollo casi en torbellino a lo largo de sus más de quinientas páginas.

¿Imposible? Angelo Incredibile, director de teatro italiano y famoso por la grandiosidad de sus puestas en escena, no creía que fuese imposible. Incluso se planteaba representar “Paulatina armonía” sobre los escenarios, primero, y posteriormente llevarla al cine, dándole una vuelta más de tuerca y convirtiéndola en musical.

Consiguió el dinero, los actores y una fecha de estreno en el Gran Teatro Pietrov de Minsk. Contó además con Rita Nardi, actriz de moda, para el papel de Julia, congraciándose así definitivamente con la prensa cultural y la del corazón. Y todo marchaba bien en los ensayos y Angelo comentaba que el difunto Isaac Pietrov alababa en sueños su trabajo. Por su parte, Rita Nardi, de natural difícil y diva del momento, estaba encantada con su papel, leía “Paulatina armonía” en sus ratos libres y se sentía identificada, quién sabe porqué, con la luchadora Julia. Hasta le pareció un justo homenaje a su personaje el usar el propio “Paulatina armonía” en vez de “El pulpo atómico” (una referencia que Pietrov hacía a su primer éxito) en la escena en la que Julia, sentada en un sofá tomaba un libro y se echaba a leer.

Y Rita, sentada en el sofá, cogió “Paulatina armonía” y se echó a leer. Y Julia, desde el papel, apenas podía creer semejante ultraje.

Una vocecita, como de celulosa, le llamó la atención a una Rita desconcertada.

-¿Quién eres tú y por qué lees lo que no debes?

-Soy…soy Julia- respondió la señorita Nardi.

-¿Julia? ¡Julia soy yo! –sonó desde el libro al tiempo que una mano emergía de entre las hojas, cogía a la actriz por la pechera y la atraía hacía sí, al mundo de papel. Rita Nardi tardó en desaparecer lo mismo que Julia en hacerse real - ¿Julia, dices? Sucia impostora. ¡Julia soy yo! ¡Yo soy la protagonista!

Y Julia, miró el decorado, vio que era una burda imitación de su vida, y corrió a llorar a la tumba de su Dios, Isaac Pietrov.