sábado, 19 de mayo de 2018

Las aventuras del principe desencantado (8ª parte)

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En la cabeza de la princesa Bernalda anidan las historias que cantan los juglares. Otras nacen en su real cabeza. Tiene en su habitación todo lo que necesita para moldear historias: pergamino, pluma, tinta. La imaginación siempre la acompaña y le basta con mirar a través de la ventana para empezar a escribir:

La princesa Bernalda, recién prometida con un futuro rey rico y bondadoso, abandonó sus aposentos y se dirigió al jardín irradiando amor. El sol, en lo alto, la abrazaba y le auguraba un feliz matrimonio; bajo el cielo, la naturaleza en su conjunto le susurraba su enhorabuena.

Bernalda se acercó a la orilla del estanque. Unos pececillos nadaban quedamente. Un sapo la miraba con felicidad. Bernalda removió el agua con la mano, provocando unas tranquilas ondas. Desvanecidas las ondas, se formó la imagen de Gundar, su prometido, que allá lejos, en su castillo, escribía apasionadamente sobre un pergamino:


“En la cabeza de la princesa Bernalda anidan las historias que cantan los juglares. Otras nacen en su real cabeza. Tiene en su habitación todo lo que necesita para moldear historias: pergamino, pluma, tinta. La imaginación siempre la acompaña y le basta con mirar a través de la ventana para empezar a escribir.”


domingo, 13 de mayo de 2018

Las aventuras del príncipe desencantado (7ª parte)


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La princesa Bernalda, recién comprometida con la igualdad de oportunidades, convenció a la familia real para elegir a su marido a través de un examen de oposición.  

No una oposición tradicional, en la que los méritos a valorar fueran la riqueza, posesiones y habilidades militares, sino una oposición abierta, accesible a cualquier siervo y noble del reino con conocimientos profundos de la realidad social y geográfica, habilidad para el mando, algo de idiomas y buen corazón.

El aprobado se llamaba Manilán y era barbero. Conocía el país de un extremo al otro ya que su profesión lo obligaba a viajar, conocía a la gente y sus idiomas y allá adonde fuera era querido por todos. Cumplía todos los requisitos y además sabía escribir y las operaciones matemáticas básicas.

Casados Bernalda y Manilán, fueron el comienzo de la monarquía por oposición. Más inclusiva que la anterior, más abierta a la evolución. Tan abierta a la evolución que Bernalda dimitió como reina para poder presentarse a las reales oposiciones para legitimar su posición como funcionaria. 

lunes, 7 de mayo de 2018

Las aventuras del príncipe desencantado (6ª parte)


Y aquí están las aventuras anteriores de esta serie, que más bien debería llamarse La princesa Bernalda: leer capítulos anteriores (todos ellos independientes)

La princesa Bernalda, recién prometida con un futuro rey rico y feo, abandonó sus aposentos y se dirigió al jardín a llorar sus penas. No quería pasar a la historia como “la reina Bernalda, esposa de Gundar, el feo”. Ni creía que su próximo reinado fuera a ser tranquilo:

Las barrigas de los aldeanos estaban más menguadas que de costumbre, sus miradas, antes dóciles eran ahora duras. Y duros eran los castigos que recibían, pero ni con esas, decía el rey, se sometían de buen grado. Sin oposición, es cierto, pero con disgusto y con gritos de “¡democracia, democracia!”.
A la princesa Bernalda poco le contaban, pero percibía un ambiente de inquietud en palacio que sólo se calmaba, al menos superficialmente, al mencionar las riquezas de Gundar y las posibilidades de aplicarlas para meter en cintura a esos mal encarados. La amenazadora “democracia” causaba pavor. La democracia, el gobierno del demonio. Gundar le desagradaba, pero un demonio reinante mucho más.

Necesitaba aire. Y que la luna o las estrellas, la suave brisa o el croar de las ranas, le susurrasen cómo evitar tan terrible futuro. Del cielo le vino la respuesta. Rápida, en llamas. No era una estrella fugaz, sino una flecha ardiendo que se clavó en la hierba. Se asomó entre las almenas, y vio a una multitud que se dirigía a la fortaleza con antorchas y clamando por la democracia. La boda con Gundar ya no era un problema…el demonio estaba allí dispuesto a gobernar.